Friday, November 10, 2006

Un lugar en el espacio VI

La invención de la escritura supuso uno de los hitos más importantes en la evolución del ser humano, de hecho marcó el inicio de la historia y las civilizaciones. Resultaba paradójico, por tanto, que milenios después, en la cumbre de la civilización, la escritura hubiese desaparecido completamente, muerta por obsolescencia, ¿qué sentido tenían aquella compleja simbología en un mundo multimedia de imágenes y sonidos?

El estudio de la simbología y lenguas antiguas se había abandonado oficialmente desde hacía mucho tiempo, los sistemas automáticos de lectura y traducción funcionaban a la perfección por lo que no había sido necesario modificarlos en cientos de años, además, sólo eran útiles para los historiadores y los excéntricos coleccionistas de documentos.

Años atrás, un niño prodigio sorprendía en videovisión con sus insólitas habilidades, era capaz de leer y traducir un texto seleccionado al azar de un libro antiguo casi con la misma rapidez y precisión que el lector automático. Cuando Calfo vio el programa, pensó que en realidad no podía ser tan complicado, en el pasado la gente debía aprender a leer y escribir desde muy pequeños, y el idioma tampoco había evolucionado tanto desde entonces. Si aquel niño prodigio pudo aprender, el también podría, lo que le daría acceso a los libros censurados que eran identificados y rechazados por los lectores automáticos.

Fue mucho más complicado de lo que pensaba, durante meses dedicó horas y horas con creciente frustración, sin duda los antiguos eran más inteligentes de lo que había supuesto, o simplemente tenían más imaginación. Al cabo de más de un año aún apenas era capaz de leer y traducir textos simples. Irónicamente, poco después de la emisión de aquel programa de televisión, los directores de la cadena se vieron obligados a reconocer públicamente que había sido un fraude y que en realidad el niño no sabía leer.

Calfo nunca supo como llegó el ejemplar de la Enciclopedia a su despacho, simplemente apareció ahí en su mesa, junto a otros documentos antiguos, por curiosidad empezó a leer… Al principio fue incapaz de entender nada, hasta que dejó de intentar traducir… era la primera vez que veía algo escrito en la lengua moderna, conociendo la escritura antigua no era difícil asociar las letras con sonidos y los sonidos con palabras y frases con sentido.

Se dio cuenta de que a diferencia de todo lo que había leído antes, lo que estaba leyendo ahora estaba escrito recientemente, posiblemente por alguien que aun vivía.

Y que era muy difícil asumir lo que estaba leyendo.

Se sintió sólo, conocedor de una verdad que se oculta a las masas, ciegas, obedientes y sumisas. Un gran rebaño de billones de personas domesticadas, contentas de ceder su libertad a cambio de la protección de sus amos ante un enemigo que en realidad no existe.

Se dio cuenta, de que en realidad aquel niño si sabía leer.

Cualquier información no autorizada apenas duraba unas horas en la red, los algoritmos de búsqueda automática no tardaban en localizarla y eliminarla, sin embargo la Enciclopedia, el mayor enemigo del orden establecido, había sobrevivido y evolucionado en la clandestinidad a lo largo de los siglos, moviéndose entre excéntricos coleccionistas de libros, o camuflados como elementos de decoración, la nueva moda del arte retro.

Durante meses Calfo se dedicó a algo aún mas inédito, si había sido capaz de leer tenía que ser capaz de escribir… nuevamente menospreció la habilidad de los antiguos. Pero valió la pena.

Allí, entre los muebles amontonados en su despacho, a la vista de cualquiera se encontraba el cuaderno manuscrito por el mismo, a nadie, en la actualidad, se le habría ocurrido pensar que ahí podía haber ningún tipo de información. Sin duda los que habían registrado su despacho lo habían menospreciado como un elemento más de la extravagante decoración típica de los despachos universitarios.

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